Vida de oficinista (lo malo para variar)

Si hay algo que a uno le puede llegar a limar el cerebro hasta un punto del cual no hay vuelta atrás es la vida de oficina. Prueba de esta aseveración es el hecho de que la mayoría de mis posteos comienzan con “si hay algo que”… o por lo menos siempre que lso empiezo a redactar no me viene a la mente otra frase que sirva como puntapié inicial a mi rutina catártica… Debido a mi limitado léxico muchas veces tengo que recurrir al diccionario de sinónimos del Word y chequeando la palabra catártica me dio la opción de elegir laxante, lo cual es muy acertado porque hoy puedo decir que me cago en la vida de oficina.

El primer problema (y casi principal) es la convivencia con “los” y “los no” compañeros de trabajo.

Ya de por sí llegar a un ambiente nuevo y establecer relaciones con las personas es complicado… Lo que me cuesta difícil entender que algunos no sean conscientes de que un pequeño acto de egoísmo puede desencadenar en una serie de problemas en la vida cotidiana dentro del establecimiento.

Punto uno: Me molesta DEMASIADO que cuando quiero tomar el ascensor del cuarto piso al primero siempre haya un inadaptado que se suba y marque el piso 3 retrasando de ese modo mi llegada a la planta baja. Yo comprendo que la tecnología nos haga olvidar de cosas tan rudimentarias como una escalera, pero la rueda también existe desde tiempos prehistóricos y todos siguen usando autos o motos… Nadie pensó nunca en fabricar la tabla voladora de Marty en Volver al Futuro, como tampoco nadie pensó que el arranque de un motor eléctrico gasta mas que si estuviese en movimiento continuo. No usen el ascensor para bajar un piso y le van a hacer un favor a la red nacional de energía que tan demacrada esta… You selfish bastards.

Punto dos: Odio que pidan comida china y la coman en el box del trabajo. O peor aún dentro de mi misma row. El olor a calamardo que sale de esa bandeja de plastico es equivalente a meter la cabeza adentro del mostrador de la pescadería del barrio… De hecho si el pedido tenía una porción importante de animalejos de mar (léase mal como río o criadero clandestino) es lógica la analogía y ahora que lo pienso no fue nada graciosa pero no la pienso borrar por mi tonto orgullo. Ni hablar cuando le ponen esas salsas raras que seguramente están hechas con Bilis de ratón. Comí chop suey un día y me bastó para revalorizar la comida tradicional. Una buena milanesa con fritas no tiene precio... aparte el tufo de la fritanga generalmente trae recuerdos culinarios agradables relacionados con las vacaciones… comer un cono de fritas en un dia fresco en la costa… El olor a fish es mas parecido al aroma de una marea negra.

Punto tres: El sonido de los teclados y los mouses clickeados al unísono despiertan esa irritabilidad que siempre mantengo al mínimo sedándome con té de tilo hasta tal punto que tengo que ponerme los auriculares y escuchar Amadeus por 2 horas para relajarme… En el peor de los casos recurro al te de tilo cortado con Activia… Uno o dos… Activias.

Punto cuarto: Odio a las personas con el termostato cambiado que con 12 grados afuera prenden la calefacción a mil. Seguramente no conocen lo que es el calor humano o nadie les explico para que sirve un abrigo… Eso no es lo peor. Después SIEMPRE salta alguien que por algún motivo cree que le va a hacer un bien a todos no apagando la calefacción, sino contrarrestando el calor con frío y prenden el aire acondicionado!... Después terminan todos engripados por someterse a cambios climáticos bruscos. Creo que los oficinistas ya desafiamos las leyes Darvinianas (según el word se escribe así) y estamos listos para crear una nueva raza lista para enfrentar cambios climáticos bruscos. No le tenemos miedo al calentamiento global. No al desarrollo sustentable. Si al cambio de clima. Si hubiese un ser superior los oficinistas seríamos cucarachas para el… No porque tengamos un torso de cerebro claro está… (¿)

Punto cinco: Desprecio encontrar resto de comida ajena en los microondas de la cafetería. Hay pedazos de alimento que vaya a saber Dios o el barbudo de los afiches hace cuánto están rotando incesantemente en un ostinato circular de temporalidad variable dependiente de la voluntad calorífica del empleado que olvidó ese “bolo alimenticio wannabe” en el artefacto… A veces da asco ver las mutaciones que se pueden llegar a encontrar.

Puedo seguir así por otras 2 hojas, pero la semana q viene tengo q actualizar de nuevo y no se merecen leer toda mi genialidad de una… Quédense con las ganas!