lunes, 30 de octubre de 2017

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¿Qué ha de ser de mí, que luego de años me encuentro escribiendo nuevamente algunos pasajes para mi propio deleite en pos de la catársis? ¿Será acaso que la urgencia de las obligaciones me devuelvan el sano hábito de la exteriorización de mi personalidad?¿De mi encantadora personalidad?...
Hay algo divertido de reencontrarse con el yo pasado en las palabras. Es hilarante toparse con las contradicciones en los viejos escritos. Es esclarecedor leer inocentadas y sentir que sigue existiendo cierta ingenuidad en mi pensamiento.
Quizás es lo lúdico de explayarse con un total desparpajo lo que saca esa inocencia, como cuando vas a una fiesta de disfraces. La complicidad en el ridículo es lo que deja ver lo mejor de nosotros. Colgar algunas palabras sueltas en el ciberespacio representa dejarnos ver con cierta máscara. Una máscara de la palabra cuidada y repensada, una palabra que juega el juego de las apariencias aún dejando ver un poco de lo que hay detrás. ¿No es la internet acaso? Un montón de gente jugando a las apariencias.

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