Packaging = Mentiras (+frustracion del finde)

Empieza la semana y lo que tendría que ser un lunes tranquilo termina siendo una nueva jornada que se presta para que yo plasme en texto las frustraciones de mi finde y las que me quedaron sin proyectar en el blog la semana pasada.

Antes que nada (o sea léase esto antes que el párrafo anterior) déjenme decirles que las 2 salidas que había planeado para mi viernes-sábado se vieron truncas y ahora estoy de MUY mal humor así que sepan disculpar si en el transcurso de la lectura se topan con una seguidilla de blasfemias que no concuerdan con el carácter sobrio de mis redacciones.
PUTOS DE MIERDA.

La soledad en la que me vi inmerso me ayudó a darme cuenta de que no iba a tener nada copado sobre lo cual escribir. Es más; me percaté de que eso no era importante. No tener nada interesante que vivir SÍ era un problema. Redactar sólo sería una opción cuando me encontrase a las 2 A.M haciendo tests de IQ postrado en mi silla frente a un monitor, deformando mi columna vertebral lentamente…

Era la madrugada del viernes y era evidente que la iba a pasar en mi guarida… Me dormí pensando en ella.

La mañana del sábado no fue mucho mejor… me desperté muy tarde y desperezándome me pregunté si de verdad dormir pensando en alguien es bueno para mi estabilidad mental el día que le sigue... En ese momento me percaté de que no sólo fue así el viernes, sino que todos los días esa fémina se regodeaba sensual en mi imaginario y seducía a mi deseo desde las propias raíces del mismo. Estaba obsesionándome.

Para ese día tenía planes, pero dentro de mí sabía que se iban a venir abajo. Puedo hacer alarde de un agudo sentido de la intuición. Los que me conocen mejor pueden argumentar que éste don no es mas que el simple análisis de datos estadísticos inherentes a mis triunfos y/o fracasos a nivel social. Cada 10 minas que invito a salir 8 me dejan plantado y las otras 2 me siguen porque están jugadas, desesperadas, ciegas o porque yo pago. Es fija.

Llega la tarde y evidentemente la suerte, el destino o la casualidad no están de mi lado… Un sábado sólo en frente a un ordenador sin nada que hacer es motivo suficiente como para empezar un domingo con toda la onda…………….. de asesinar a alguien.

Por suerte los sueños que unas horas atrás eran la pista de baile de mi musa le dieron lugar a un ser lleno de sabiduría (que por suerte no era nada sexy) que con voz dulce me dijo “dejate de joder pelotudo!” y no conforme con sólo aconsejarme, tomó por los pelos a la mujer en cuestión y la revoleó por los aires como intentando dejarla en mi olvido. Mientras mi “sensei” personificado en forma de Jackie Chan (había visto rush hour) se desvanecía con la luz de la mañana, supe que el domingo iba a empezar muy bien.

Con un nuevo sentimiento de “que todo me chupe tres huevos” el verdadero día del señor me auguraba una tarde de amistad y lo mejor de todo: Nada de lamentaciones amorosas.
Dicho y hecho, llegó la noche y milagrosamente todo lo que tenía planeado se vio cumplido y pude recostarme pensando en como iba a empezar esta nueva semana.
Hoy, lunes… estoy de mal humor de nuevo!

Lo peor (o lo mejor) es que mi enojo no es producto de una frustración de ribetes amorosos, sino que es producto de un problema alimenticio… Cuando abrí el tupper para proceder a la degustación de mi viandita, me percaté – con estupor – que dentro de él se advertía la ausencia de un elemento que facilitase el ingreso del material a mi boca. No tenía tenedor!
Lleno de ira recordé las frustraciones de mi finde y acompañado por una fanfarria de sonidos estomacales llegué al snack bar. Me acerqué al refrigerador y como buena marioneta de la sociedad de consumo me quedé estupidizado con un packaging.

Ver la palabra GRANDWICH me hizo olvidar de cualquier problema que yo haya tenido alguna vez con cierto envoltorio. Sin mediar nada (ni siquiera un pago) me llevé mi pequeño tesoro a mi puesto de trabajo.

Pasados 5 minutos de que mis ojos hicieran contacto directo con el nombre del producto comencé a cuestionar la grandeza del mismo. Primero… ¿cuál es la necesidad de resaltar el tamaño del sanguche?... Yo compré los triples de jamon y queso pero, según corroboré mas tarde, todas las variedades de emparedados que manufactura esa empresa son “grandwiches”.

¿Será que la empresa se llama GRANDWICH?

Que el producto se llame así vaya y pase, ¿¿¿pero la empresa??? Suena 2 veces más ridículo y no me da ni el más mínimo de confianza a la hora de ingerir alguno de estos chogusanes… Podrían haberla llamado en plural aunque sea, denotando que fabrican varios grandes-sandwiches y no solo uno…

Darme cuenta que el verdadero nombre de lo que compré era “triples de jamón y queso” derrumbó mi mundo, pero si seguía analizando corría riesgo de desnutrirme y no creo que eso lo cubra la ART. (wa! Tanto?)

Procedí a abrir el paquete y horrorizado hice la vista a un lado.

¿¿Que clase de monstruo del capitalismo puede atreverse a jugar con las expectativas de una persona con respecto a algo tan sencillo como lo es un sanguche de miga??... Lo único que tenían de triples era que sumaban tres. No merecían ser llamados triples… su tamaño no era lo que uno puede llamar grande… es mas me atrevo a decir que son mas pequeños que el promedio.

Frustrado (y en el 4° piso) hice mi viaje de nuevo a planta baja con la intención de tostarlos para ver si éstos adquirían alguna onda. Para ese entonces ya había ingerido uno en la desesperación de ver que daban las 2 de la tarde y yo estaba en ayunas… Percatarme del cartel “fuera de servicio” pegado en el hornito eléctrico fue la gota que rebalsó el vaso.
Aún con mis sanguches en la mano me acerqué a las chicas que atienden el snack bar y con gentil voz indagué “¿Tienen un tenedor?”…

Por fin puedo disfrutar de un almuerzo digno. Milanesas con arroz… De ahora en más prometo no ser tan ingenuo. Estúpido marketing… se cree mucho.